miércoles, 23 de febrero de 2011

REPORTE ESPECIAL DE LA AGENCIA KALI-YUGA (23/02/11)

LIBIA: UN NUEVO INTRÍNGULIS DEL SISTEMA

Los hechos de Libia merecen una consideración muy especial. Khadaffi no es lo mismo que Ben Alí ni que Mubarak, sus antecesores en desgracia.
Estos últimos siempre fueron pro-norteamericanos y pro-israelíes y al mismo tiempo y de manera esencial una barrera de contención en contra del fundamentalismo islámico, el gran cuco compartido que tiene el mundo moderno, sea en su faz yanqui, europea, soviética y china. Khadaffi fungió por muchos años como un líder transgresor con veleidades revolucionarias y que estuvo detrás de distintos movimientos sea de izquierda, como de pretendida derecha, en contra de Norteamérica e Israel. Con respecto a la república Argentina se dio la curiosa coincidencia, narrada especialmente por el líder del ERP Gorriarán Merlo en su autobiografía, de que apoyó simultáneamente a la guerrilla trotskista como al mismo Menem a quien subvencionó en su campaña electoral. Los tres, el ERP, Menem y Khadaffi llegaron a estar juntos en una reunión. También respaldó a las Brigadas Rojas y a diferentes movimientos terroristas, pero después del 11 de septiembre dio un vuelco decisivo en su orientación manifestándose dispuesto a colaborar con EEUU e Israel en la cacería de Bin Laden y del ‘terrorismo internacional’, habiendo sido delator de varios miembros de tal organización a los que engañó haciéndoles creer que los iba a ayudar. Se mostró así como lo que siempre fue, un tránsfuga y un oportunista, siempre dispuesto a conservar el poder y las ingentes riquezas acumuladas a través de la explotación petrolera y que por lo tanto su discurso revolucionario era sólo un recurso dialéctico para intentar justificarse. Por ello es que pudo vérselo en su nueva fase postrevolucionaria codeándose con los principales líderes del sistema los que de este modo agradecieron sus servicios prestados.
La incontenible ola revolucionaria que ya ha dado cuenta de sus pares de Túnez y Egipto ahora arrasa con la dictadura de Khadaffi. En manera por demás violenta la población se ha sublevado multitudinariamente y ya controla la mayoría de las ciudades, salvo la capital del país, Trípoli. A todo esto el tirano libio ha mandado bombardear a los sublevados acudiendo a la ayuda de mercenarios africanos especialmente contratados. Los muertos suman ya de a miles. Pero lo más sintomático ha sido su alocución terrorífica en la que ha dicho que se va a mantener en el poder a capa y espada. Analizando el discurso en sus detalles, se constata que el mismo no ha sido diferente del de su par israelí Netanyahu. Ha dicho que si él se retira el poder en Libia va a ser ocupado por las huestes de Bin Laden y Al Zawahiri. Esta severa advertencia, que curiosamente había sido rechazada por Obama y por la progresía yanqui y europea manifestando que la ola revolucionaria del mundo islámico es democrática y no reaccionaria, hoy ya tiene adeptos en varios gobernantes de diferente signo, lo cual no es sino una prueba más de cuál es la verdadera antítesis en que se dirime hoy en día la actual guerra de civilizaciones. Luego de las alarmas israelíes y de Khadaffi, el líder ruso Medvediev ha ya elaborado un discurso similar. Hay que defender el statu quo si se quiere evitar que el norte del África y el Mediterráneo caigan en manos del Islam fundamentalista, un triunfo de tal tendencia en la región repercutiría en el Cáucaso rebelde en donde ya existe un Emirato. Sus lacayos en América, Castro, Chávez y Ortega, han formulado ya un discurso similar llamando a la defensa de Khadaffi. Y, por si faltaba una perla a tal collar, Berlusconi, íntimo amigo de Obama y Putin, así como del líder libio, ha dicho que debe sostenerse a cualquier precio tal gobierno, pues de acuerdo a informes con los que contaría en la región de Cirenaica se habría ya constituido un Emirato Islámico. A todo esto es importante comprender el rol de Obama en este entuerto. Si el negro a último momento le retiró el apoyo a Ben Alí, si hizo gestiones para la salida del poder de su gran aliado Mubarak, ahora con Khadaffi la cosa parece ser diferente. No habría intereses norteamericanos en juego en Libia, según ciertos voceros, por lo cual paradojalmente quien era uno de los tiranos más combatidos por el mundo libre hoy es en cambio defendido por éste como una alternativa ante un peligro peor, cosa que en cambio no se hizo con los aliados incondicionales.
Ésta es pues la paradoja que se está viviendo en estos días; una vez más las distintas tendencias del sistema se encuentran unidas por objetivos similares, salvar la modernidad evitando el triunfo fundamentalista.

Walter Preziosi
23/02/11

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