domingo, 22 de junio de 2008

Archivo 2006 - La guerra entre blancos y bronceados

DE NUESTRO ARCHIVO - AÑO 2006
MEDIO ORIENTE
LA GUERRA ENTRE BLANCOS Y BRONCEADOS



Como todos los grandes conflictos existentes en la historia la ya estallada guerra en el Medio Oriente ha ayudado a poner en claro ciertas actitudes ideológicas que se encontraban apenas latentes permitiendo establecer así nuevas clasificaciones, mostrándonos a su vez lo obsoleto que resulta hoy en día no solamente hablar de izquierda y de derecha, términos que, tal como hemos manifestado en otras oportunidades, se han relativizado totalmente, sino también seguir utilizando aquella dicotomía que ha dividido por mucho tiempo a las personas entre adherentes al fascismo o al nazismo por un lado y a la democracia por el otro. Hoy presenciamos cómo representantes de estas dos posturas, consideradas desde tiempo como antitéticas, simpatizan y apoyan la causa de Israel en contra del “terrorismo”, haciéndolo en nombre de principios diferentes. Por lo cual habría que modificar nuestro léxico ideológico habitual y comenzar a utilizar otro diferente. Consideramos que a este último grupo compuesto sea por fascistas y demócratas, aunque no englobándolos a todos, habría que denominarlo como el de los defensores de la “teoría de la lucha entre civilizaciones” los que, en tanto provenientes de estas dos concepciones tradicionalmente antagónicas, podrían dividirse a su vez en dos subespecies. La primera es aquella que considera que, más allá de las ideologías que se sustenten ocasionalmente, se encuentra un fondo común e inmodificable que estaría representado o por las razas, o por las naciones, o por ciertos conglomerados hemisféricos y culturales a los que se denomina equívocamente como “civilizaciones”, los que lucharían incondicionalmente entre sí por perpetuarse y por doblegar al adversario, por lo que el conflicto del Medio Oriente ingresaría en uno más vasto que es el que contrapone a la “civilización occidental y blanca” por un lado con la islámica, morena y “bronceada”, utilizando un léxico propio de uno de los más ardientes y singulares pregoneros de tal postura, el caricaturesco Calderoli, por el otro. A esta postura proveniente en gran medida de sectores fascistas, aunque obviamente no agote a la totalidad de tal espectro, se le ha aliado una de izquierda, democrática y progresista, que en cambio defiende al Occidente no por su blancura de piel o por su pasado “indoeuropeo”, sino porque es la “civilización” que sustenta los valores superiores consistentes en la “democracia” en contra del autoritarismo, la intolerancia y el fundamentalismo religioso hoy manifestado principalmente a través del Islam. Lo interesante a resaltar aquí es que ambos sectores están íntimamente unidos, a pesar de su pretendido antagonismo ideológico, en defender hoy en día la posición del Estado de Israel ante lo que ellos consideran como el principal enemigo de la propia civilización que es el integrismo religioso islámico, el que se ha apropiado de la causa palestina a través de Hamas y Hezbollah, presentando a su vez marcadas cercanías con otros peligrosos movimientos fundamentalistas de un similar tenor como el Talibán y Al Qaeda hoy sumamente operativos en Irak, Afganistán y Somalia. A esta izquierda democrática se le contrapone otra de carácter “antiimperialista” y convencional que, en tanto sostenedora de la lucha de clases entre pueblos y naciones, reputa como una superestructura de valor secundario el carácter religioso de tales movimientos, defendiendo así incondicionalmente la postura del sector árabe simplemente por ser antisionista.
Sin embargo hay que resaltar aquí que, más que sorprendernos que haya una izquierda que hoy avale a un movimiento de corte religioso y medievalista en una postura doctrinaria totalmente contraria a sus principios, resulta mucho más asombrosa en cambio la voltereta efectuada por sectores tradicionalmente antijudíos de origen nazi y fascista que hoy en cambio se embanderan abiertamente por la causa del Estado de Israel. Así pues mientras que en Italia, en concordancia con lo ya señalado en otras oportunidades, el post-fascista Fini, con la anuencia de varios otros sectores afines pertenecientes al viejo tronco de su movimiento, critica al gobierno de centro izquierda por ser excesivamente blando con el terrorismo y no declararse decididamente a favor de Israel, al que califica como verdadero bastión occidental y el racista Calderoli a su vez llega nada menos que a calificar a Prodi de antisemita, en Rusia se acaba de realizar un congreso de apologética de la raza blanca del que han participado conocidos ideólogos sea del nazismo como de la nueva derecha pagana, tales como Faye, Steuckers, Vial, Ravello, entre otros (1). Curiosamente allí se ha centrado todo el debate respecto del principal peligro para Europa que ya no estaría representado más por el judaísmo, sino por el islamismo al que se califica como una civilización de carácter regresivo e invasivo pues pretende conquistar a la propia y sustituir toda Iglesia por una mezquita, concordando en esto con lo afirmado por la muy conocida periodista Oriana Fallaci desde la izquierda progresista. El belga Steuckers llega todavía más lejos en sus análisis. Tomando como excusa la tragedia acontecida con la toma de la escuela en Osetia, acontecimiento que como bien sabemos no puede atribuirse en su responsabilidad exclusivamente a la guerrilla chechenia, sino principalmente al régimen ruso por su actitud extremista en el enfrentamiento de la misma, afirma que la meta del Islam es el exterminio de los pueblos “indoeuropeos” de raza blanca. Acá acotemos que estos nuevos racistas, epígonos actuales de Rosenberg y Chamberlain, extienden el concepto de raza elegida y superior no reduciéndola solamente como sus maestros a la nórdica germánica, sino también a la eslava (por eso se reúnen en Rusia) la que ahora habría dejado de ser “esclava” y en general a todos los que son “blancos” y no “bronceados”. ¿Pero cuál sería la razón por la cual el judaísmo habría dejado de ser el principal problema a enfrentar? Quien nos da al respecto una respuesta es el principal ideólogo del evento, el ya mencionado por nosotros Guillaume Faye cuando enfoca la cuestión judía. Según éste la misma ha dejado de ser un problema para ser sustituido en cambio por el Islam, pues mientras que éstos quieren someternos a todos, el judío en cambio “no pretende convertir” a nadie a su religión, habiendo además efectuado notorias constataciones. Mientras que los árabes son morenos y bronceados, nuestros hebreos de Israel son “blancos”, representando pues una avanzada de tal civilización en el Medio Oriente. Habría que acotar también, en abono de tal constatación que la élite judía que controla mayoritariamente el Estado de Israel es ashkenazi, por lo tanto de origen “indoeuropeo”, habiendo sometido al sector judaico bronceado de origen sefaradita. Una razón más entonces para encontrar grandes puntos de coincidencia.
Pero contestando lo aseverado por Faye digamos dos cosas. La primera que es verdad que el judío no quiere convertir al Occidente, pero ello es por la sencilla razón de que ya lo está. Aunque digamos también que la religión judaica a la cual el Occidente indoeuropeo se ha convertido no es la tradicional de David o de Jacob, sino la secularizada del gran becerro de oro, en cuyos principios está informado el Estado de Israel.
En segundo lugar digamos también que es falsa la teoría de la lucha de las civilizaciones en tanto que no es verdad que las ideas y los principios sean simples instrumentos utilizados por las razas, naciones o conglomerados de éstas para perpetuarse y doblegar a las restantes. El hombre es libre y no se encuentra sometido a una fatalidad, llámese ésta intereses históricos de la raza blanca en el caso de los aludidos nazis o los de Jehová en el de los judíos de Israel. Es falso por lo tanto lo que ellos consideran cuando afirman que aquí lo que se repite es una constante histórica que contrapone el Islam con el Occidente y que la batalla a librar es una continuidad de la de Carlos Martel en Poitiers, por la sencilla razón de que el Occidente de aquella época no estaba convertido como ahora al judaísmo secularizado. Las banderas de ese entonces no eran el consumismo, la fiebre tecnológica, la democracia y el hedonismo, sino valores espirituales y metafísicos. Estos últimos son en cambio sustentados por el fundamentalismo islámico en la actualidad en total exclusividad, puesto que nuestra Iglesia católica lamentablemente ha abjurado de la Tradición volcándose de lleno a la modernidad. Por lo tanto la lucha de hoy en día no es entre blancos y bronceados como nos proponen nuestros nuevos nazis, que hoy cuentan paradojalmente con el apoyo ruso, sino la que siempre ha existido entre Tradición y Modernidad. Esto es entre un mundo centrado en valores espirituales y metafísicos y otro en meramente materiales, económicos y hedonistas como el actual.


(1) Nos referimos a la Conferencia sobre el Mundo Blanco realizada en la ciudad de Moscú junio 8-10, 2006. Agradecemos a nuestro amigo Jorge Camacho de Tartagal (Salta) quien no ha hecho llegar tal información.

Marcos Ghio
Buenos Aires, 17-7-06

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